Tuesday, May 25, 2021

Cambiando el eje de la conversación

Casi con seguridad, Pedro Castillo será proclamado presidente en los próximos días. Frente a un eventual gobierno de izquierda, la clase política y empresarial del país podrá cerrar filas contra cualquier intento de cambio significativo, o podrá sumarse a la co-construcción de un nuevo modelo de desarrollo. En mi opinión, esta co-construcción es deseable, es viable, y debe sustentarse en reformas políticas y económicas que reflejen el cambio del sentimiento político en el país, las cuales podrían estar reflejadas en una nueva constitución. No hacerlo sería como cerrar la válvula de una olla con cada vez mayor presión.

¿Se puede realmente articular una solución viable a partir del plan de Perú Libre? Las ideas fuerza descritas en el plan económico de Castillo, en mi opinión, son malas y en algunos casos inviables, pero sobre todo son poco ambiciosas, tomando en cuenta que se enmarcan dentro de una aspiración de cambio. Pero esas propuestas parten de algunas ideas más primarias sobre las cuales creo que se puede construir:

1. El rol del estado no debe ser sólo subsidiario
2. Necesitamos una política industrial más activa
3. Necesitamos una solución que incorpore al Perú rural al modelo de desarrollo

El principal problema con la propuesta de Castillo es que combina estos tres aspectos para proponer un proteccionismo que difícilmente va a generar valor: apunta a proteger sectores de baja productividad que están orientados al mercado interno. En una economía pequeña y abierta como la peruana, que depende de sus relaciones comerciales con mercados grandes como EEUU y China, esas medidas proteccionistas enfocadas en sectores poco productivos pueden generar una espiral de destrucción de valor que nos regresaría varios años.

¿Cómo se puede combinar entonces estas tres ideas primarias para construir una opción de progreso más viable? En mi opinión, el estado, además de fortalecer sus políticas redistributivas, puede tomar un rol mucho más activo en el impulso a la innovación y la productividad en sectores con alto potencial, sobre todo aquellos orientados a la exportación. En el Perú, estos sectores con potencial podrían estar distribuidos entre zonas rurales –p.ej. café, industria forestal, agroindustria, servicios a la minería- y urbanas – p.ej. confecciones, turismo, software. Es un camino pragmático que en su momento han tomado con éxito varios países -EEUU, Corea del Sur e incluso, aunque de manera más acotada, Chile- cada uno a su manera, equivocándose a veces y aprendiendo paso a paso.

Para que este camino sea viable, se necesita bajar un poco la temperatura y recurrir al sentido común y al pragmatismo. Para comenzar, es importante que la izquierda empiece a ver al capital privado como aliado necesario para cualquier ambición de desarrollo inclusivo. Sin inversión privada y sin acceso a mercados globales difícilmente crearemos valor de manera sostenible. De otro lado, la clase empresarial necesita dejar de ver al estado como una plaga a la cual hay que hacer retroceder de todos los espacios. Con un estado tímido y replegado va a ser muy difícil garantizar un acceso decente a salud, educación y vivienda, integrar al Perú rural al modelo de desarrollo y romper la dependencia que tenemos aún de los mercados internacionales de commodities.

Es posible construir un nuevo modelo de desarrollo que se sustente sobre lo aprendido en estos últimos 30 años pero con una nueva visión en la que el estado actúe como un aliado más activo en la creación de valor. Para lograrlo, es necesario que los actores políticos, empresariales y sociales lean la realidad, piensen con cabeza fría y negocien políticas viables y prácticas que permitan al estado impulsar un crecimiento orientado hacia el mundo con un horizonte de mayor productividad y mejor distribución de los recursos y las oportunidades.